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Llamé a una amiga para saludarla y me dijo te estuve buscando en Facebook, sos un maldito, me borraste. Le dije que había borrado mi cuenta y que mi vida estaba mucho mejor sin una amiga que no es capaz de marcar a mi celular y averiguar si estoy bien.

Ok. Realmente no le dije eso, porque no soy tan patán, pero sí gasté un buen rato de mi llamada tratando de explicarle por qué no tenía Facebook. No pude explicarle bien pero cambiamos de tema y salvamos la conversación.

No tengo Facebook hace unos cuatro meses creo. Me han dicho varias veces: te estuve buscando en Facebook y me han preguntado por qué decidí salirme como si me hubiese pasado algo malo y sí, me pasó algo malo, pero no les voy a contar.

Les digo que eso ya pasó de moda porque me da pereza explicarles y con eso dejan de preguntar. Parece que mis amigos sí me extrañaron pero no lo suficiente como para buscarme por otro lado.

Una amiga se fue a España y no me enteré de su despedida, le dije: ¿hey por qué no me invitaste a tu despedida? y me respondió que la había organizado su novio. No dije más pero su novio es mi amigo. Seguramente fue un evento de Facebook y seguramente no era tan importante que fuera.

Perdí algunos servicios que funcionan con Facebook que no he extrañado mucho, no experimenté Paper y no he estado muy atento a los cambios de diseño de Facebook. Pero he estado bien.

Muchas de mis decisiones son caprichos. Como lo vi en ese momento Facebook mantenía en coma algunas relaciones que quizás debían morir del todo, pues no tienen más sustento que interacciones muy básicas que no aportan mucho a  la propia vida o que incluso pueden llegar a perturbarla .

Esa explicación -que sea una decisión “caprichosa”- suena bien para mí, pero quiero escribir algunas observaciones sobre la “vida social” en Facebook.

Facebook: el fin del anonimato en Internet

La masividad de amigos en las redes sociales está generando que cada vez se filtren más los contenidos y los aspectos en común de las personas que sigues, sean amigos de la vida real o virtual.

Facebook y las redes sociales representaron un hito muy importante en Internet: la ruptura con el anonimato, eso que nos permitía comunicarnos tan relajadamente en el primer Internet, se perdió. Ahora todos tenemos nombres, caras, identidades. Relaciones que se hacen cada vez más públicas que se entrelazan.  ¿Esto es algo necesariamente bueno?

Antes de Facebook no era normal que la gente escribiera su nombre real en Internet y compartiera contenido con quienes conocía offline. Eran dos mundos, dos contextos diferentes.

Pero con la aparición de Facebook  la identidad “real” de los usuarios adquirió total sentido por los contactos que tenía: soy Napoleón si mis contactos se consideran amigos de Napoleón y me escriben algo. Cuantos más amigos tiene Napoléon más vasto es su imperio.

Esto sin entrar a analizar el supuesto valor publicitario y comercial que adquirieron los perfiles en redes con muchos usuarios: mágicamente estas personas pasaron a llamarse “generadores de opinión”, “influenciadores” y hasta hay quienes han podido usufructuar este “capital social”.

Este pequeño cambio de comportamiento en los usuarios es una de las razones del éxito de Facebook y por un tiempo estuvo muy bien.

Suena genial compartir contenido también con quienes conocemos offline quienes probablemente van a interactuar más que un montón de desconocidos, pero el montón de desconocidos seguramente nos siguen porque están interesados en lo que compartimos, quieren saber lo que pensamos de algo, quieren explorar nuestro conocimiento, su interés es más profesional.

Podemos compartir contenido que tiene que ver con diseño con veinte personas a las que les interesa el diseño o con cuatrocientos a los que no les interesa mucho. ¿Les muestro mis selfies a quince desconocidos que creen que me veo bien o a cuatrocientos conocidos que van a pensar algo no muy halagador? Publicar cosas personales con gente que no conocemos sigue siendo un peligro pero a veces podríamos conocer a alguien que nos caiga bien y eso le pone un poco de emoción a las notificaciones.

En Internet como en la vida real necesitamos diferentes espacios para compartir diferentes cosas. No nos comportamos igual con nuestros amigos que con nuestras familias y seguramente no queremos que vean las mismas cosas de nosotros: es una cuestión de contexto.

A menos de que tengamos muy bien configurado Facebook, tenemos que compartir contenido para todos los que nos conocen y mostrarles una sola identidad a todos. ¿No es más fácil tener varios sitios donde mostremos diferentes cosas a diferentes audiencias?

¿La transparencia nos hará mejores personas?

¿La sobreexposición de la vida en Facebook no es también una oportunidad para ser degradados socialmente?

Otra de las ideas de Facebook que suena muy bien: si compartimos todo lo que hacemos con todas las personas que conocemos, vamos a controlarnos entre todos y a portarnos mejor, si nos mostramos como somos vamos a aceptarnos más.

Pero la realidad es que es más fácil recibir comentarios de odio y ver malos comportamientos de gente que no está usando su nombre real, la foto de su cara y no tiene información real en sus perfiles. O de gente que nos conoce “lejanamente”, de oídas o por cosas que han visto o leído sobre nosotros, incluso cosas que quieren imaginar o creer: es tan fácil el amor como el odio a un solo clic de distancia.

Toda la información compartida en Facebook me hace pensar si en realidad es necesario que una persona que acabo de conocer sepa donde trabajé, donde viví, en qué lugares he estado, que vea como me peinaba hace cinco años y quien era mi novia en esa época. Algo de esa información siempre se filtra en nuestros perfiles y perdemos la oportunidad de contarla de a poquitos o de reservarnos el derecho a no contarla del todo.

El drama de los Ads basados en gustos e interacciones

Los anuncios de Facebook, personalizados por algoritmos locos basados en los gustos e interacciones son un problema, porque muchas veces aportan contenido no deseado a los usuarios. Los algoritmos todavía no logran procesar información de un modo verdaderamente social .

Facebook supone que queremos ver más contenido de la gente con la que tenemos más interacción o la gente a la que más le miramos el perfil. Hay dos cosas no muy cool acerca de eso:

1. Cualquiera que vea nuestros perfiles sabe quiénes son esas personas.

2. Tal vez nuestra relación offline con esas personas sea un poco difícil.

Chateaba mucho con alguien que me gusta y luego tuvo un novio y seguía chateando mucho conmigo, entonces Facebook me mostraba las fotos con su novio todos los días y lo que escribía como un destacado o algo así y era un poco horrible. La opción inteligente hubiese sido configurar mi timeline para no ver nada.

A veces salían cosas bien creepy como anuncios de  “modelos prepago” y no me sentía muy bien con mi vida.

Quiero tener un millón de amigos … ¿mejor no?

Los usuarios se vuelven autómatas en ciertas ocasiones, y no generan una interacción vida real – vida virtual, y de eso en realidad se tratan las redes sociales: de brindarnos más experiencias sociales cuya base siga siendo el contacto en 3D.

Antes de Facebook en mi cumpleaños me felicitaban digamos veinte personas y celebraba con unas diez. Una vez hice una fiesta casi Project x, pero no gracias a que aparecieran los invitados al evento de Facebook. El año pasado me felicitaron ochenta personas más o menos pero aparte de mi mamá, celebré con tres, y de esas tres solo una estaba por mí.

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Las notificaciones pasaron de emocionantes a fastidiosas

El mal uso de las herramientas en Facebook generó una saturación de notificaciones que solo logró un hartazgo e indiferencia sobre lo que ocurre en nuestro timeline o el de nuestros amigos.

Las notificaciones de Instagram o de Twitter de alguna manera siguen siendo emocionantes. Las de Facebook dejaron de ser emocionantes hace rato.

Revisar las notificaciones es más parecido a barrer el cuarto que a descubrir algo. Cuando empecé a aburrirme de Facebook no posteaba ni le ponía like a nada, y no revisaba la cuenta. En más o menos cuatro días y me llegaban notificaciones que no tenían nada que ver conmigo como: Mariana publicó una foto, pero yo no salía en la foto. Eso fue muy raro.

No siempre queremos ver o leer lo que dicen nuestros amigos en Facebook

Mis contactos de Facebook eran conocidos, no son personas a la que siguiera porque lo que compartían me resultara interesante o provechoso. Sin embargo tengo amigos que quiero mucho en la vida real pero son felices posteando chistes que me dan pena ajena, memes de Chuck Norris de hace dos años, o me etiquetan en una foto en la que salgo con los ojos entreabiertos y el aguardiente en la mano. Miraba mi timeline y pensaba que tenía que empezar una nueva vida en donde no conozca a nadie.

Lo personal se hace personalmente

Creo que deberíamos ser mucho más cuidadosos y selectivos respecto al contenido que compartimos en FB.  Podemos compartir, creo, algo del contenido que vemos por ahí como una recomendación para todos nuestros conocidos, pero no hacer cosas como tener cientos de fotos en las que salimos y decir a cada momento lo que estamos haciendo.

Creo que así propiciamos la comodidad del clic en las relaciones sociales: cuando alguien sabe que estamos enfermos y nos escribe en el perfil pero no viene a visitarnos, sabe que cumplimos años pero no pasa a saludarnos, chatea con nosotros todo el día pero no nos acompaña a ver una película no vale mucho la pena dedicarle tiempo y quizás nos iría mejor si volvemos al Internet retro a descubrir cosas nuevas y hablar con gente extraña y anónima.