Como si del desenlace de una novela medieval se tratara, el top de noticias de Hacker News  y Reddit estuvo ocupado durante la semana pasada  por las infidencias de la historia de los estudiantes en Yale Peter Xu y Harry Yu,  quienes crearon el sitio Yale Bluebook+, un comparador (presumiblemente mejor que el implementado por la universidad) para que los estudiantes tuvieran acceso a información sobre la calificación de profesores y cursos, y así guiar sus elecciones para este semestre. Esta versión mejorada de Yale Blue Book (la versión creada por la universidad) fue llamada por sus creadores YBB+.

De acuerdo con  los gemelos de origen chino el objetivo al desarrollar este sitio fue hacerlo más fácil y rápido de usar, permitir ver la descripción de los cursos con unos pocos clics, ver los comentarios dejados por otros estudiantes, además de saber cuáles de estos cursos estaban dentro de los deseos o intereses de sus amigos.

Después de notar algunos extraños picos de tráfico las directivas de la universidad decidieron bloquear el sitio por “actividad maliciosa”, alegando además que los estudiantes estaban haciendo uso de recursos pertenecientes a la universidad: el sitio usaba sin autorización información perteneciente a Yale, el logo y las palabras “Yale” y “Bluebook”, además de no estar alojada en sus servidores y permitir acceso a estudiantes que no son de la universidad.

La reacción de los creadores y usuarios del sitio no se hizo esperar, pues Yale vende como uno de sus valores predominantes “la innovación” ¿cómo es posible entonces que un par de talentosos jóvenes  resulten comprometidos en un proceso disciplinario por crear un sitio adecuado para que los estudiantes hagan sus elecciones de cursos? Para los hermanos gemelos la respuesta de Yale niega el discurso con el que la universidad se promociona y además atenta contra la libertad de expresión. En sus palabras:

Universities are a bastion of free speech. Yale purports to be “focused on their undergraduate students”. Yale has made great efforts to encourage innovation. And finally, students who pay $58,600 to attend an institution should be given the information that lets them take the best classes. But actions speak louder than words, and Yale doesn’t seem to think so.

And blocking the website invisibly, first by IP address, and now by calling it “malicious activity”, is wrong.It threatens the very basis of academic freedom and net neutrality, and it disappoints us very much to have an institution we love let us down. Deans Marichal Gentry and Mary Miller, traditionally seen as champions of the students, both have been involved in shutting down the site, along with the registrar Gabriel Olszewski. We hope that Yale will reverse its decision, and support innovation by students, for students.

El post de Sean Haufler a los directivos de la universidad se viralizó y además se creó un sitio de peticiones para restituir el funcionamiento de Yale Bluebook+. La historia alcanzó medios tan relevantes como The Washington Post y the New York Times.  Al momento Sean Haufler ha creado un sitio similar que no “infringe” las reglas de Yale y que ofrece una similar funcionalidad a los estudiantes.

¿Es la universidad hoy en día un gran mercado de “valores morales”?

Más allá de los pormenores y el desenlace final de la historia muchos interrogantes se abren respecto a la educación como negocio, como mercado de valores morales, como marca de clase de quienes pueden llegar hasta allí. En su concepción original la universidad fue la institución destinada a promover el amor por el conocimiento y la investigación, pero con su evolución se ha convertido en un gran negocio en el que los jugadores buscan diferenciarse. Nada criticable, pues en la época del consumismo desatado y del libre mercado todos tienen derecho a ganar.

Pero ¿cómo buscan esa diferenciación las instituciones educativas tradicionales? a través de la oferta de estatus, posición social, creación de relaciones, posibilidades de encontrar un nuevo empleo al graduarse y, sobre todo, promoción de valores.

La universidad tradicional, así vista,  es una de las instituciones modernas que más promueve la inequidad social y económica, pues tiene un innegable rol de club social, en donde los aspirantes, además de adquirir una serie de conocimientos, se preparan para la denominada vida adulta y exploran el medio social al que podrán  y deberán insertarse en una etapa posterior de la vida. La educación hace mucho tiempo se entiende más como un medio de ascenso social que como un asunto de virtud o amor al conocimiento. En esa medida quienes no puedan pagar por su ingreso a ese “club” estarán cuando menos rezagados y siempre un poco más abajo en la escalera de la inclusión social.

Un artículo muy llamativo sobre este tema Why are american colleges obsessed with “leadership”? expone en detalle lo que podríamos llamar “la retórica del liderazgo”, predominante en las instituciones educativas en Estados Unidos (su marca cultural por excelencia parece ser el discurso del éxito y el liderazgo) que niega otras realidades individuales, y que, de tanto ser repetido, empieza a quedarse vacío de sentido

¿Qué es el liderazgo? ¿qué es la innovación? ¿Qué es lo intrínsecamente positivo en el liderazgo? ¿no son acaso también importantes aquellas personas que saben trabajar en equipo, crear lazos de trabajo horizontales, promover la solidaridad o simplemente callar y ejecutar? esta tendencia puede verse también en muchas de las instituciones de educación media y superior en el tercer mundo, en donde desde muy tempranas edades se les vende a estudiantes y padres algunos valores distintivos de su institución. Para la muestra un botón, dentro de los objetivos misionales de dos de las universidades más importantes del mundo se promueve el liderazgo:

Stanford University, located between San Francisco and San Jose in the heart of California’s Silicon Valley, is one of the world’s leading teaching and research universities. Since its opening in 1891, Stanford has been dedicated to finding solutions to big challenges and to preparing students for leadership in a complex world.

Like all great research universities, Yale has a tripartite mission: to create, preserve, and disseminate knowledge. Yale aims to carry out each part of its mission at the highest level of excellence, on par with the best institutions in the world. Yale seeks to attract a diverse group of exceptionally talented men and women from across the nation and around the world and to educate them for leadership in scholarship, the professions, and society.

¿Es más honesta la educación virtual que la tradicional?

Episodios como el ocurrido en Yale nos dejan ver cómo el desarrollo de un mundo más abierto, en donde las relaciones de poder han empezado a ser fuertemente cuestionadas gracias a la cultura de Internet, deja desnudo y carente de sentido este mercado de los valores en la educación. ¿Qué hay detrás de las promesas de un mundo mejor, de la formación de ciudadanos capaces de liderar y de innovar? ¿un discurso vacío, sin ningún correlato más allá del papel? ¿un discurso que promueve valores pero castiga a quienes los ponen en práctica?

En este sentido la educación online parece ser mucho más honesta: no vende la idea de un mundo mejor, de seres humanos moralmente superiores o dotados de características sociales que los hacen mejores que el resto de la humanidad o mejor preparados para asumir el importantísimo rol de encauzar el destino de la sociedad.

La educación online, por su misma lógica (requisitos de ingreso, forma de acceso, materiales requeridos) parece más orientada a crear lazos de solidaridad (reales, orgánicos y no inducidos desde un discurso vacío) y a enseñar a la gente a hacer cosas, o a aprender por el simple placer de hacerlo. En la educación online todos los participantes no son más que mentes inquietas detrás de una pantalla, una buena muestra de la forma en que herramientas como un computador o Internet realmente ayudan a un mundo más equitativo.

Este es otro aspecto en el que la educación virtual parece estar ganándole la partida a la universidad tradicional, pues no prepara a la gente para, en teoría, ser mejores ciudadanos. Sin mayores pretensiones, solamente se ocupa de ofrecer una opción a aquellos que quieren saber por el placer de hacerlo y a quienes quieren adquirir algunas habilidades prácticas para mejorar su performance profesional.