Desde que los profesores de Stanford, cuna de la cultura startup, dirigieron su interés a las llamadas MOOCs, los ojos del mundo han volteado a ver a esta nueva realidad que se presenta prometedora y disruptiva, así como en su momento lo fueron las redes sociales con sus sueños de revolución y empoderamiento de los ciudadanos comunes; de la misma forma en que  la cultura libre y abierta de la Red vaticinó y prometió el acceso a los productos culturales para todo el mundo, y la muerte de la industria musical y editorial en su forma clásica.

¿Cuántas revoluciones se han gestado en Internet?

Hoy en día la realidad es muy diferente: estas industrias en su forma tradicional no desaparecieron ni la cultura libre ha cambiado radicalmente el acceso a los productos culturales. Las estructuras de poder no parecen haber tambaleado mucho más allá del ruido mediático a partir del auge de las redes sociales. Recordemos lo que dijera desde 2010 Malcom Gladwell en su célebre artículo “Small Change. Why the revolution will not be tweeted“.

MAY I HAVE A REVOLUTION PLEASE: New Works by Dan Tague Through June 1, Jonathan Ferrara Gallery, 400A Julia St., 522-5471; www.jonathanferraragallery.com

Más bien estas industrias tuvieron que ser repensadas desde modelos de negocio para Internet, capaces de competir con su peor enemigo: la piratería. Y las redes sociales acabaron permeadas por el periodismo clásico que hoy en día dicta la agenda de lo que se habla en sitios sociales como Twitter.

Sin duda la única revolución en sí misma ha sido la de Internet: ha revolucionado nuestra forma de comunicarnos, la velocidad a la que vivimos y nuestra capacidad para conformar redes de gente que comparte intereses similares.

Democratización de la educación: ¿la nueva gran promesa de Internet?

Ahora la escuela gratuita y abierta a “todos” a través de Internet es la nueva gran promesa de la Red. Algunos de los más optimistas consideran que a la educación online le ha llegado su momento de  hacer la revolución. E incluso preven un futuro en el que solo hay 10 instituciones educativas en el mundo  que deciden la educación de todos los habitantes del planeta, dentro de ellas algunas de las que empezaron como MOOCs y han sido compradas, dentro de 50 años, por las grandes corporaciones de Internet.

La polémica de la últimas semanas ha estado alrededor de las declaraciones de Sebastian Thrun, profesor de Stanford y fundador de Udacity, quien después de afirmar que la educación online desde su sitio era una herramienta que cambiaría e incluso reemplazaría la formación tradicional en las denominadas artes liberales en el mundo, ha admitido, después de una fracasada experiencia en cooperación con la San Jose State University, que el producto ofrecido por Udacity es mediocre y que el sitio debe replantearse para generar disrupción en los modelos de entrenamiento para conseguir trabajo más que un modelo disruptivo en la educación. ¿Su argumento principal? Las altas tasas de deserción (por encima del 90%) y el bajo rendimiento de los estudiantes involucrados en los cursos ofrecidos en cooperación con la Universidad Estatal de California.

Sin embargo algunos analistas no parecen tragar este dulce con facilidad: las razones de Thrun no resultan suficientes y sus nuevas ideas acerca de la forma adecuada de dirigir la educación online no parecen hacer otra cosa que reproducir el modelo excluyente y clasista de la escuela tradicional. ¿En dónde queda el discurso acerca de la justicia social, la democratización de la educación y la promesa de cambiar el mundo a través de la Red?

Desafíos de la educación online para los próximos dos años

Aunque apenas se empieza a experimentar con el modelo de clases online ya existen hipótesis sobre las razones que explican las enormes tasas de deserción: su escaso o nulo componente social. Algunos sitios en América Latina como Platzi son una apuesta por introducir la interacción social en el aula virtual, por dotarla de un contexto en el que la participación y la resolución de problemas dentro de una comunidad estimulen el aprendizaje, en dónde el individuo, sus logros y su notoriedad sean uno de los alicientes principales para permanecer.

El debate apenas comienza y habrá que esperar todavía un par de años para que el panorama real de la educación online se muestre en firme en el escenario mundial. Mientras tanto, quienes se han entregado a la noble tarea de educar a través de la Red deberán pensar sobre sus fines y métodos, sobre las herramientas que usan y sobre los retos a los que se enfrentan al desafiar a la universidad tradicional, una institución con mucho arraigo en la cultura y que ha permanecido casi inmodificada durante los últimos mil años. Una institución que, de muchas formas, ha jugado el rol de club social para jóvenes de diferentes clases sociales. ¿Será capaz la cultura de Internet de modificar este modelo?

¿Te has enrolado en algún curso a través de Internet? ¿Cuáles crees que son los más grandes desafíos para la educación online? ¿qué sobra y qué hace  falta? Ayúdanos a abrir este interesantisimo debate.