Mi primera maratón

Decidí hacer la Maratón de Los Angeles porque quería ponerle un significado al esfuerzo, no sólo era una meta personal, sería una dedicatoria a la memoria de mi padre que murió en ese lugar y a mi familia que vive en California. Además, el recorrido de la carrera es maravilloso lo han denominado “From Stadium to the Sea!” porque inicia en el estadio de los Dodgers y finaliza en la playa de Santa Monica.

Una pasión de 42kms 195mts

Desperté a las 3:30 am para cambiarme, 4:15 am estaba en el estadio sintiendo el aire helado entrar y salir de mis pulmones. Caminé hasta un toldo en donde todos los corredores se reunieron para entrar en calor. Saqué una capa de plástico para cubrirme del viento, no dejaba de temblar, esperamos allí hasta las 7:00 am mientras algunos comíamos un poco de potasio, sólo media hora más para la salida.

A las 7:30 am se anunció la salida, se escuchan aplausos, la masa empieza a movilizarse, en el camino la estela de ropa se hacen notar, esquivamos sudaderos, mantas, guantes, gorros de invierno que los corredores han ido desprendiendo de sus cuerpos para que nada les estorbe, para que sus músculos se adecuen al clima y corran con más fuerza para entrar en calor natural.

Durante los primeros metros en mi mente pasa una sola frase “lo vas a lograr” me invade la emoción, veo el reloj y trato de mantener el paso con el que he estado entrenado. Las calles de Los Angeles empiezan a llenarse con más de 20 mil personas que llevan un mismo objetivo: mantener el paso y no parar. Mi reloj marca los primeros 10kms y mi cuerpo aún no me da señales de calor, el aire es denso y el frío empieza a calar los huesos.

Rumbo al siguiente tramo para completar los 20kms, veo corredores sin camisa, algunos disfrazados, otros en un arranque de locura o convicción corren descalzos, con fotografías en la espalda de su motivación en ocasiones son hijos, madres o esposas enfermas. Para el corredor es importante tener un estímulo, una razón para cumplir con la meta, un simple mantra que los haga trascender. Los aplausos de los espectadores siempre son de gran ayuda, las palabras de aliento, el ánimo, las palabras: “te ves bien”, “lo vas a lograr”, “ya falta poco”, “vamos tu puedes”.

Yo sabía que mi familia estaba en la milla 13 así que los busqué en la multitud y encontré los carteles con mi nombre, las sonrisas de los niños, el opturador apuntando, mi sonrisa, los aplausos y gritos de júbilo. Llegué a la mitad del camino, ahora sólo era cuestión de mantener el mismo paso, llevarme el buen karma de mi familia para agarrar las fuerzas necesarias y aguantar los próximos 21kms, no paré allí como hace un año, seguí de largo hacia los 42kms.

Rumbo a los 42 kilómetros

Pasando por el kilómetro 25 me doy cuenta que mi cuerpo aún no ha entrado en calor, siento las plantas de los pies congelados, las manos me duelen y el frío quema la piel de mis piernas. Los músculos se contraen y amenaza un pequeño calambre en el muslo. Trato de no entrar en pánico, ningún dolor debe ser una excusa para detenerme.

Llega el kilómetro 35 y me doy con la pared, sí la toqué, la famosa pared es el momento en donde se acaba el glucógeno y el cuerpo empieza a consumir las reservas. El paso era más lento, no lograría mi tiempo propuesto, sin embargo recordé que mucho de lo que resta es mental, superados los 35kms pensé en lo poco que me hacía falta y el tiempo ya no me importó. Quería terminarla, cruzar el umbral a otra categoría de corredor, graduarme como maratonista luego de 3 años de trabajo y disciplina, estaba a 7 kilómetros de lograrlo y no me dejaría vencer.

Marque lo 40 kilómetros, las piernas pesaban, dejé de sentir las manos, divisé la playa, palmeras, sentí el viento abrazando todo mi cuerpo. Sólo 2 kilómetros más, la gente aplaudía, decía mi nombre, me pedía que no parara, me felicitaba por estar allí a pocos metros de la meta. Finalmente, divisé el arco anaranjado de la LA Marathon, pisé las alfombras, elevé mis manos para dar gracias con la última gota de energía, crucé la meta, lo logré, llegué entera a los 42kms, me gané la medalla: soy maratonista.

Los límites están en la mente

Luego de entrenar para este gran reto, sólo quisiera compartirles que aprendí tantas cosas de mí misma, en este proceso descubrí que los límites en ocasiones son mentales. Que los temores más grandes nos invaden en los momentos en donde creemos no poder más. El cuerpo es una máquina maravillosa y perfecta que es capaz de superar tantas limitaciones, pero que siempre dependerá de tu mente, tu voluntad y la fe que tengas en tí mismo.

Algunas personas no se creen capaces de correr ni 5 kilómetros, pero quiero contarte que hace 3 años yo no tenía aire ni para correr 3 kilómetros seguidos y ahora corro 42kms. La diferencia consiste en la determinación con la que propones una meta, la disciplina para practicarlo una y otra vez, pero sobre todo que logres romper las barreras mentales que te hacen crees que no eres capaz de lograr muchas cosas en tu vida.

Así que hoy que es viernes, te invito a romper paradigmas y construir tus propósitos, no permitas que nadie te diga “no puedes hacerlo” revisa tus dones, optimiza tu tiempo y descubre todo el potencial que tienes dentro de tí. Feliz fin de semana.