Startup es una de las palabras de moda. Te preguntarás por qué simplemente no le decimos “pequeña empresa” o englobamos esta clase de compañías en esa tradicional categoría de “pequeña y mediana empresa”. Pues porque NO: no son la misma cosa.

¿Qué hace diferente a una startup de cualquier otra clase de naciente empresa? Se me ocurren varias cosas:

  1. Una startup es  siempre una empresa tecnológica, busca desarrollar algún producto para ser masificado en Internet, usa tecnologías, conceptos y herramientas desarrolladas por y para Internet.
  2. Usualmente empiezan con muy poco capital monetario, su principal capital suele ser una idea y algo de ganas de ir adelante con ella. Y algún demente con otro amigo suficientemente loco, con ganas de lanzarse a la aventura.
  3. Es una clase de empresa que avanza rápidamente, sin necesidad de productos acabados, evoluciona de tiempo en tiempo con versiones mejoradas e implementaciones que buscan ofrecer una mejor experiencia cada vez. Como un beta en loop infinito.
  4. No necesitan de grandes instalaciones, mobiliario o equipos: con un computador y una conexión a Internet es posible empezar. Las oficinas estilo Google vendrán después, luego de una gran venta, financiación, mucho trabajo o  consecución de socios estratégicos 😉 (o no vendrán nunca, para serte sincera, en todo caso tu peor escenario será el Starbucks más cercano).
  5. Suele implicar la presencia o el trabajo de programadores: personas que sepan algún lenguaje de programación y sus posibilidades para la clase de producto que se desarrolla.
  6. Sus fundadores suelen tener un notable espíritu viajero que les permite intercambiar ideas, planear implementaciones, buscar aliados en los grandes centros de creación de startups del mundo.

Claro, como en todo mundillo, el de las startups también está lleno de habladores, personas que se vuelven “expertas” en participar en incubadoras y mentorías, como esos estudiantes eternos de las universidades a quienes nunca verás con un producto acabado pero sí con un pitch, y mentores que de no ser por esta nueva vocación (la de emprendedor) de seguro tendrían un sitio dedicado a ofrecer consejos de crecimiento personal al mejor estilo Desiderata.

Pero no seamos tan rudos con este mundo startup que tantas cosas magníficas nos ha regalado: nuevos esquemas laborales, nuevas maneras de entender el trabajo, productos que han cambiado al mundo. Hablemos de lo mejor y lo peor de trabajar en una de estas empresas, empecemos, por supuesto, por lo peor:

Lo peor de lo peor de trabajar para una startup

  • Mientras la empresa se financia podrás ganar muy poco o incluso no ganar nada (al menos de dinero). Quizás esta sensación sea compensada —durante un tiempo— por la alegría de hacer algo que de verdad te gusta mucho. En el mejor de los casos no tendrás la asignación salarial que podrías tener en una gran compañía, ni todos los beneficios laborales que tendrías en una empresa consolidada.
  • Tendrás que soportar, en ocasiones, a gente con muy poca experiencia, que usa palabras rebuscadas y extrañas para hacer parecer que saben UN MONTÓN.
  • Siempre estás ante la inminencia de un cierre, corres el riesgo de que la startup para la que trabajas o fundaste no sea the next big thing y de un día para otro estés de nuevo sin empleo. Las startups que logran triunfar son un porcentaje muy bajo de las que se crean día a día: el 75% fracasan antes del primer año. ¿Tu consuelo? habrás aprendido muchas cosas y los demás sabrán valorar tu fracaso (en realidad no).
  • Siempre corres el riesgo de que la startup sea vendida y dentro de las condiciones del deal no esté conservar a los trabajadores que la hicieron posible. Good bye, good bye amore mio!
  • Puedes no tener oficinas durante un largo tiempo, tu oficina será el café que mejor Internet te ofrezca. Tu comida by default: pizza y CocaCola.
  • Puedes verte enfrentado a alto niveles de presión, las implementaciones y mejoras suelen ser requeridas en tiempos muy cortos pues implican lanzamientos, prototipos que querrán ver posibles inversionistas, deadlines que no puedes modificar, pues el futuro entero del proyecto está en tus manos: si no sirve lo que hiciste se fueron todos al carajo.

¿Hay cosas buenas?

Pocas, pero existen 😉

  • Nadie te exigirá certificados, diplomas, cartas de presentación o historias académicas. Con que demuestres qué sabes hacer, lo hagas bien y muestres que es pertinente para la startup para la que trabajas quizás sea suficiente.
  • Podrás trabajar con gente de edades y vocaciones muy diferentes. Por su espíritu cosmopolita los fundadores de startups no tendrán temor de contratar a alguien de 14 años si es que es útil a las necesidades del sitio y muestra suficiente compromiso.
  • Estarás siempre actualizado en las últimas tecnologías: desde vídeo juegos hasta lenguajes de programación, pues es más que una necesidad, casi un deber, estar al tanto en las tendencias de la industria. Los fundadores casi siempre estarán viajando, buscando contactos, apoyos (no solamente monetarios), alianzas. Son una clase de navegantes de este nuevo mundo de Internet, siempre enterados de lo que sucede allende las fronteras de su propio mundo.

Como en cualquier otro aspecto de la vida o empresa correrás el riesgo de enfrentarte a algún demente como fundador o  a una crazy bitch como tu jefe. Pero si tu vida es tan ligera y arriesgada como para irte a trabajar a una startup, a vivir en carne propia el famoso no pain, no gain, no tendrás ningún lío en alzar tu computadora y dejar una amable nota que diga:

I got 99 problems but a bitch ain’t one