Internet ha significado una revolución comunicativa y una enorme oportunidad de creación de negocios alrededor de la tecnología. El surgimiento de la denominada cultura startup, que tuvo su origen en el famoso garaje de Silicon Valley y de la que podría escribirse largamente, ha significado muchas nuevas realidades y oportunidades, pero también mitos que deben ser puestos a prueba, pues no todo es rosas e historias de millonarias inversiones en este camino.

Esta cultura de la creación de empresas tecnológicas puede entenderse también como la cultura de la velocidad, la de hacer productos asombrosos en poco tiempo, una cultura que en suma ha logrado que el mundo se mueva más rápido.

Todo este conjunto de valores ha originado un acelerado crecimiento de empresas muy diversas, uno de los sectores que actualmente mejor avanza es el de la educación online que se perfila como una de las cinco grandes tendencias de Internet para los próximos cinco años.

Dentro de este grupo de negocios están los bootcamps, una clase de academias o campamentos intensivos en las que en tiempo récord  los inscritos aprenden esencialmente a “codear” (una durabilidad variable de entre 12 – 16 semanas) con la promesa de poder aspirar rápidamente a un empleo en una de las tantas empresas tecnológicas de California; por ejemplo App Academy, fundada por el joven indio Kush Patel en donde la promesa básica es “si no consigues un buen empleo no nos pagas absolutamente nada”.

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He hablado ya en varias oportunidades acerca del rol social que juega la universidad clásica y tradicional en la estructuración de relaciones sociales que conduzcan a un buen primer empleo, pero para eso es necesario permanecer cuatro o cinco años en una universidad y hacer una gran inversión de dinero.  En contraste los bootcamps te envían en menos de un semestre académico a un buen primer empleo, incluso con una propuesta de sueldo asegurada y con la promesa de que si no lo consigues no tendrás que pagar absolutamente nada: ¿es este camino más corto una opción increíble de saltar ese enorme espacio de tiempo en la vida para profesionalizarse? ¿todas las disciplinas requieren de esas largas formaciones en la universidad, cuatro o cinco años para un pregrado? ¿o vienen los bootcamps a demostrarnos que pueden aprenderse muchas cosas en períodos de tiempo muy cortos e insertarse a la vida laboral muy prontamente?

Cualquiera que sea la respuesta a este interrogante las empresas cuyo foco de negocio es este -campamentos intensivos para aprender a programar- en ocasiones dirigidos a nichos específicos, como es el caso de Hackbright Academy que enseña a codear a mujeres, se ven enfrentadas en California a las exigencias de la BPPE, una oficina  adscrita al Departamento de Asuntos del Consumidor encargada de regular las entidades de educación superior del Estado.  Hack Reactor, App Academy, Zipfian Academy y  Hackbright Academy deben, dentro de un plazo de tiempo determinado, ceñirse a las exigencias de esta oficina so pena de ser clausuradas.

Todos estos nuevos modelos de negocio surgidos a partir del auge de Internet permanecen en un cierta clase de limbo legal, no se entiende bien cuál es su estatus en un mundo que aunque hiperconectado que sigue dependiendo en gran medida de protocolos, leyes y rutinas que no se renuevan y que no ponen en contexto esta nueva realidad. Es el mismo caso de las aplicaciones para conseguir taxis que empiezan a ser objeto de regulaciones por parte de las empresas tradicionales que agrupan a este gremio.

¿Persecución, búsqueda de igualdad para todos los participantes del mercado, la inagotable necesidad de regular y controlar absolutamente todo, decidia para crear un marco legal acorde con las características del medio y los productos que a diario aparecen,  o la oferta de garantías para los consumidores? Como quiera que sea es un nuevo asunto sobre el cuál pensar ¿cuál debe ser el estatus legar y regulatorio de las empresas que ofrecen educación online o no tradicional?